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Cancioncitas

Caperucita Roja

¿Te gustan los cuentos clásicos? Este cuento corto es uno de nuestros favoritos, te encantará!

La historia de Caperucita Roja

Había una vez una niña que vivía al lado de un bosque. Ella adoraba ponerse la capa de terciopelo rojo que le había hecho su abuela, y por eso la llamaban Caperucita Roja.

Un día, la madre de Caperucita Roja horneó panes y pasteles, y le pidió a su hija que los llevara a casa de su abuela.

—¿Conoces el camino que atraviesa el bosque y lleva a casa de tu abuela? —dijo la madre—. No te apartes de él.

Caperucita Roja emprendió su viaje. Mientras caminaba, un lobo salió de entre las sombras.

—Buenos días —dijo el lobo, al tiempo que se le hacía agua la boca—. ¿A dónde vas, pequeña niña?

Voy a llevar estos panes y pasteles a casa de mi abuelita —respondió Caperucita Roja.

—oh… ¿tu abuelita? —dijo el lobo.

“La niñita y su abuela serían una deliciosa y nutritiva cena, pero ¿cómo atraparlas a las dos?”, pensó. Entonces tuvo una idea.

—Eres una nieta muy considerada —dijo—. ¿Sabías que en el claro del bosque crecen unas flores preciosas? ¿Qué tal si recoges unas para tu abuela?

—Qué buena idea —dijo Caperucita Roja, y se dirigió al lugar.

Mientras tanto, el lobo corrió a la cabaña de la abuela y llamó a la puerta. Imitando una voz dulce de niña, casi como hablaba Caperucita Roja y dijo:

—Abuelita!!! Soy Caperucita Roja.

—¡Entra Caperucita! —dijo la abuela.

El lobo entró de un salto y se comió por completo a la abuela. Luego se puso su gorro de encaje y su camisón con volantes, y se metió en la cama.

Poco después, Caperucita Roja llegó a la cabaña y golpeó la puerta suavecito.

El lobo, fingiendo una voz débil y temblorosa, dijo:

—Hola, Caperucita Roja.

No me siento muy bien. Ven a darle un beso a tu abuela.

Caperucita Roja entró a la casa y se acercó a la cama.

—Oh, abuela —dijo la niña—. Te ves diferente. ¡Qué ojos tan grandes tienes!

—Son para verte mejor, mi niña —respondió el lobo.

—¡Qué orejas tan grandes tienes, abuela!

—Son para oírte mejor, mi niña —contestó el lobo.

—¡Y qué dientes tan grandes tienes, abuela!

—Son para COMERTE mejor —rugió el lobo y se tragó por completo a la niña.

El banquete le causó sueño al lobo, quien se acostó en el suelo y comenzó a roncar.

Por casualidad, un leñador pasó cerca del lugar y se preocupó al oír los ronquidos, pues no sonaban como los de la abuela.

El hombre entró a la cabaña y vio la cama vacía. Luego, afligido, vio al lobo que estaba durmiendo.

Con un golpe de hacha le abrió la panza al gran lobo, y de ahí salieron Caperucita Roja y su abuela, estaban bien y a salvo!.

—¡Gracias por salvarnos! —dijeron.

Luego, todos se sentaron a la mesa para degustar los panes y los pasteles caseros.

De ahora en adelante seré más cuidadosa y no dejaré que cualquiera pase por mi puerta —dijo la abuelita.

—Y yo —dijo Caperucita Roja— siempre voy a tomar el camino que atraviesa el bosque y con mucho cuidado.

FIN