
Hace mucho, mucho tiempo, en una ciudad del Oriente, vivía un niño llamado Aladino. Era muy pobre y vivía con su mamá en una casita pequeñita. Todos los días salía a buscar comida y monedas en las calles de la ciudad.
Un día, mientras Aladino caminaba por la plaza, se le acercó un señor muy elegante con una túnica brillante.
—¡Hola, Aladino! —le dijo sonriendo—. Soy tu tío. He viajado por muchos lugares y ahora soy muy rico. Quiero ayudarte a ti y a tu mamá.

Aladino nunca había visto a ese señor, pero como necesitaba ayuda, decidió seguirlo.
La cueva misteriosa
El señor llevó a Aladino muy lejos de la ciudad, hasta el desierto. Allí, levantó los brazos y dijo unas palabras mágicas:
—¡Ábrete, tierra!
¡RUMMMM! La arena se abrió como por arte de magia y apareció un hoyo profundo y oscuro.
—Aladino —dijo el señor—, necesito que bajes ahí. Yo soy muy grande, pero tú puedes entrar. Busca una lámpara vieja y tráemela. Te haré muy rico si me ayudas.

Aladino tenía un poquito de miedo, pero quería ayudar a su mamá. Así que respiró profundo y bajó por el hoyo oscuro.
El tesoro increíble
¡No podía creer lo que veían sus ojos! Había llegado a una cueva enorme llena de tesoros. Había montañas de monedas de oro, joyas que brillaban como estrellas, y collares más hermosos que los del mismo sultán.
Al fondo de la cueva, sobre una mesa de piedra, estaba la lámpara vieja que buscaba. Era muy sencilla, nada especial.
Aladino tomó la lámpara, pero también llenó sus bolsillos con algunas joyas. En ese momento…
¡TEMBLÓ TODA LA CUEVA!
—¡Ay, no! —gritó Aladino—. ¡Se va a caer todo!
Corrió hacia la salida lo más rápido que pudo.
El tío malvado
Cuando llegó a la entrada, el señor elegante lo esperaba con cara de enojado.
—¡Dame la lámpara AHORA! —le gritó.
—¡Por favor, tío! ¡Ayúdame a salir primero! —suplicó Aladino.
—¡Dame la lámpara o te quedas ahí para siempre! —rugió el señor malvado.
Pero Aladino no le dio la lámpara. Entonces el señor malvado se enojó tanto que cerró el hoyo con magia.
¡PLUM! Aladino quedó atrapado en la oscuridad.
El genio de la lámpara
Aladino estaba muy asustado en la cueva oscura. Sin querer, mientras tocaba la lámpara, la frotó con su mano.
¡PUFF! Salió una nube de humo azul brillante, y apareció un genio gigante y sonriente.
—¡Hola, pequeño amo! —dijo el genio con voz fuerte pero amable—. Soy el genio de la lámpara. Puedo concederte tres deseos. ¿Cuál es tu primer deseo?
—¡Quiero ir a casa con mi mamá! —gritó Aladino muy contento.
¡ZAS! En un segundo, Aladino apareció en su casita junto a su mamá, que lloró de alegría al verlo.

La princesa hermosa
Con las joyas de la cueva, Aladino y su mamá vivieron muy bien. Un día, mientras paseaba por el mercado, Aladino vio a la princesa más hermosa del mundo. Era la hija del Sultán y tenía ojos como diamantes.
—¡Me enamoré! —suspiró Aladino—. Quiero casarme con ella.
Frotó la lámpara otra vez y el genio apareció.
—¡Genio! —dijo Aladino—. Para mi segundo deseo, quiero ser rico como un príncipe para poder casarme con la princesa.
¡ZAS! El genio le dio un palacio hermoso, caballos blancos, soldados, y ropas de príncipe.
Aladino fue al palacio del Sultán. La princesa también se enamoró de él cuando lo vio. Era tan guapo y amable que se casaron esa misma semana.
¡Qué boda tan hermosa tuvieron!
El regreso del malvado
Aladino y la princesa vivieron muy felices en su palacio. Pero un día, el tío malvado regresó disfrazado de mendigo.
—Por favor, princesa —le dijo—, tengo mucha hambre.
La princesa, que tenía un corazón muy bueno, le dio comida. Pero cuando ella no miraba, ¡el malvado la raptó!
—¡Si quieres ver a tu esposa otra vez —le gritó a Aladino—, dame la lámpara mágica!
El plan inteligente de Aladino
Aladino era muy listo. Tenía un plan secreto.
—Está bien —le dijo al malvado—. Te daré la lámpara, pero primero devuélveme a mi esposa.
Cuando la princesa estuvo a salvo, Aladino le entregó una lámpara al tío malvado. ¡Pero era una lámpara normal, no la mágica!
El malvado frotó y frotó la lámpara falsa, pero no pasó nada.
—¡Me engañaste! —gritó furioso.
En ese momento llegaron los guardias del Sultán y se llevaron al tío malvado a la cárcel para siempre.
Final feliz
Aladino usó su tercer y último deseo para que él y la princesa fueran felices para siempre.
Vivieron en su hermoso palacio, ayudaron a los pobres de la ciudad, y tuvieron muchas aventuras juntos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
¿Te gustó la historia de Aladino? ¡Recuerda que la bondad y la inteligencia siempre ganan!