
Hace mucho tiempo, en un país lejano en un palacio elegante, vivía el príncipe y su madre la Reina.
Él ya tenía edad para casarse y ambos se dieron la tarea de buscar a la esposa del príncipe, que heredaría la corona, pero había algo distinto en ellos: Eran personas buenas y su pueblo les quería mucho, por lo que era una responsabilidad grande encontrar a la futura reina perfecta.
Solían invitar a muchas personas a las fiestas que organizaba, de modo que él pudiera conocer a las princesas que había en la región.
Cuando la fiesta terminaba, y ambos ayudaban a los sirvientes con la limpieza, se sentían cansados y decepcionados de las princesas que habían conocido, decía:

Lo notaste madre: «Aquella era muy risueña.«
«Aquella otra era demasiado vanidosa. «
«La otra era muy egoísta.«

¡Qué desgracia! Aunque las fiestas fueran maravillosas, la tarea de encontrar a la princesa perfecta era difícil, pasaba el tiempo y no encontraban a la mujer ideal para heredar la corona.
Pero sucedió algo inesperado… una anoche, mientras el príncipe y la reina descansaban, uno de los guardias del palacio anunció una visita inusual.
Afuera aguardaba una bella joven bajo la lluvia. —Lamento molestarla, su majestad —le dijo a la reina—. Estaba recorriendo el bosque cuando mi caballo huyó después de dejarme caer.

¿Me dejaría usted pasar la noche aquí y pedir ayuda en la mañana? —Pero este es un palacio, no es un hotel de paso, no son horas para pedir tal cosa —contestó la reina, altiva. —Lo sé, le ruego me disculpe la molestia —dijo la joven, y agregó:—.
Y como soy una princesa, pensé que este sería el mejor lugar para mí.
—¡Ah! —dijo la reina con un repentino interés—. Entra, por favor.
La reina buscó al príncipe y le susurró: —Tengo una idea para averiguar si es una verdadera princesa.
Les ordenó a sus sirvientes que prepararan una cama con veinte colchones suaves y mullidos.
En la base de la cama puso un guisante seco.

A la mañana siguiente, la reina y el príncipe esperaron a la joven en el comedor. —Una verdadera princesa no podría conciliar el sueño sobre un guisante —dijo la reina con sorna.
Luego exclamó—: ¡Ahí estás! ¿Dormiste bien?
La joven sonrió y dijo: —Los colchones estaban muy cómodos, su majestad, pero había algo que me incomodaba y no me permitía conciliar el sueño, por lo que quité los colchones y encontré un guisante en la base.
Luego volví a poner todo en su lugar.

La reina estaba asombrada porque la joven no había podido dormir debido al pequeño guisante entre tanto colchón, eso significaba mucho: era una princesa acostumbrada a dormir en perfecta comodidad.
Mientras que el príncipe estaba asombrado por la forma en que la joven había resuelto el problema, lo hizo con humildad y trabajo, tal como ellos lo hubieran hecho.
—Entonces haces algo más que ir a fiestas, ¿no es verdad? -Preguntó el príncipe-
—Me gusta hacer otras muchísimas otras cosas —respondió la joven— , leer, estudiar, conocer lugares nuevos, charlar con los ancianos del pueblo, cuidar de los animales y hacer amistades, no importando su condición.

«Creo también que una princesa debe aprender cosas de la vida cotidiana y ser cercana a su pueblo, no solo ver cosas de la realeza, eres una en un millón», – respondió el príncipe.
Y así comenzó una amistad grandiosa entre el príncipe y la princesa, cada día se enamoraban más.
La reina sonrió.
Seguramente un día decidirían casarse y serían felices por siempre.
FIN