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Cancioncitas

El Pájaro que no Podía Silbar

Un cuento sobre encontrar tu superpoder especial

Había una vez un pequeño pájaro llamado Pipo. Pipo era chiquitito, con plumas de color café clarito y una pancita amarilla muy suave. Vivía en un árbol grande con muchos amigos pájaros.

Todas las mañanas, los pájaros cantaban canciones hermosas.

—¡Fiu, fiu, fiiiii! —cantaba Lola, la petirroja.

—¡Pío, pío, píiiio! —cantaba Tito, el gorrión.

Pero cuando Pipo intentaba cantar, solo salía: —¡CRAAC, CRAAC!

Su silbido sonaba ronco y áspero, como una puerta vieja.

Pipo se ponía muy triste. Se miraba en el agua del río y suspiraba.

—¿Por qué yo no puedo cantar bonito como mis amigos? —se preguntaba.

Cada día practicaba y practicaba: —¡CRAAC, CRAAC!

Pero su voz seguía siendo diferente.

Una noche, cuando la luna brillaba en el cielo, el señor Búho bajó volando del árbol más alto. El señor Búho era muy sabio y tenía grandes ojos redondos.

—Pipo, necesito tu ayuda —dijo el búho con voz seria—. Hay una serpiente malvada escondida cerca de los nidos de los bebés. Necesito que hagas un sonido muy fuerte para asustarla.

—¿Yo? —preguntó Pipo, sorprendido—. Pero yo no sé cantar bien…

—No necesito una canción bonita —explicó el búho—. Necesito un sonido FUERTE y valiente. ¿Puedes intentarlo?

Pipo no estaba seguro, pero quería ayudar a sus amigos bebés.

El búho llevó a Pipo cerca de donde estaba la serpiente verde y brillante. La serpiente se acercaba lentamente a un nido.

—¡Ahora, Pipo! —susurró el búho.

Pipo tomó todo el aire que pudo y gritó con todas sus fuerzas:

—¡CRAAAAAAAC, CRAAAAAAAC, CRAAAAAAAC!

¡El sonido fue tan fuerte, tan áspero y tan sorprendente que la serpiente se asustó muchísimo!

—¡Ssssssss! —siseó la serpiente, y se alejó rápidamente, deslizándose entre las hojas y desapareciendo en la oscuridad del bosque.

¡Los bebés estaban a salvo!

Todos los pájaros salieron de sus nidos aplaudiendo con sus alitas.

—¡Bravo, Pipo! —dijeron Lola y Tito.

—¡Nos salvaste! —piaron los bebés pájaros.

El búho sonrió con sus grandes ojos: —¿Ves, Pipo? Tu voz es diferente, pero es justamente lo que necesitábamos. Es tu superpoder especial.

Desde ese día, Pipo nunca más se sintió triste por su voz áspera. Él era el guardián del bosque, el que protegía a todos con su grito fuerte y valiente.

A veces cantaba suavecito: —crac, crac— y se reía.

Y a veces gritaba fuerte: —¡CRAAAAC! — cuando había que cuidar a alguien.

Pipo aprendió algo muy importante: no todos tenemos que ser iguales. Cada uno es especial a su manera. Y eso que te hace diferente… ¡puede ser justamente tu superpoder!

FIN

Recuerda, pequeñito: lo que te hace diferente es lo que te hace especial. ¡Todos tenemos nuestro propio superpoder!»